Cultura y medios

El intelectual resistente

Claret Serrahima, Oscar Guayabero (Avui 27 de abril de 2011)

El libro de Jordi Llovet, 'Adiós a la Universidad', denuncia la desaparición de las humanidades y la baja calidad de la educación en todos los niveles

Hace unos días, Jordi Llovet presentaba su libro "Adiós a la Universidad" con el sintomático subtítulo de "El eclipse de las humanidades". En las entrevistas para presentarlo en sociedad, Llovet no se cansó de repetir que las humanidades están desapareciendo como pilar del saber y sólo quedan las ruinas de algunas especialidades una vez desactivado su poder de transformación de la sociedad. Llovet dice que el problema empieza por abajo, y "los planes de estudios de la educación secundaria son los que han llevado al estado de ruina cultural en que se encuentra el país. En la ESO, en el que deberían proveer las bases de la educación y la cultura, la situación es penosa ".

Comentando una desafortunada frase del consejero de Salud, Boi Ruiz, en la que decía que "si quiere estudiar filología clásica por placer, lo pagará usted", el mismo Llovet, en un artículo suyo, afirma: "El gobierno actual de Cataluña, vendido a las corrientes de opinión que sólo pueden salir de personas con un desconocimiento absoluto de lo que significa la fastuosa tradición filológica, histórica, artística e incluso política de Occidente, no es capaz de entender ni remotamente que haya que gastar un solo euro en los estudios de culturas antiguas, las cuales, aunque determinan muchas de nuestras formas de vida, no sirven para hacer circular la fuerza de trabajo ni las mercancías por todo el continente ". Apostaríamos que no es un tema sólo de este gobierno sino también de los anteriores, y no sólo aquí. Occidente ha hecho una apuesta por la tecnología y la ciencia por encima de las humanidades. Y, en concreto, por una ciencia y tecnología que pueda dar ganancias económicas a corto plazo a los lobbys diversos: industria petrolera, farmacéuticas, electrónica de consumo ...

Todo ello nos hace pensar en una sociedad en la que el estudio, la cultura e incluso los eruditos han pasado a ser una extravagancia poco contemporánea. El pensador y politólogo Noam Chomsky tiene escrito un panfleto llamado 10 estrategias de la manipulación, de recomendable lectura, en la que dice: "Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover el público a creer que es «moda» ser simple, estúpido, vulgar e inculto. Instando a tratar como «bicho raro» que piensa más de la cuenta. Irónico, ¿no? ". Basta con echar un vistazo a los canales de televisión para comprobarlo. Y remata: "La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible con el acceso a la menor cantidad de información veraz, de manera que la distancia de la ignorancia que se planea entre las clases inferiores y superiores parezca, sea y permanezca inalcanzable para las inferiores ". Si esta afirmación por sí misma asusta, desgraciadamente la mediocridad de la enseñanza parece extenderse a todas las capas sociales.

Las universidades han renunciado a ser un laboratorio social, un espacio de conocimiento y de estudio para ser una especie de autoescuela que prepara buenos conductores pero sin idea de hacia dónde ir. Ahora parece que lo único que debemos aprender es lo que nos hará conseguir un puesto de trabajo bien remunerado. ¿Qué deben explicar los profesores de económicas o empresariales, cuando ninguno de ellos previó el batacazo que nos hemos dado? Y los de humanidades? Pues justamente estos son de los pocos que no han de cambiar el discurso porque hace siglos que enseñan lo que ya dijo Cicerón: "Si cerca de la biblioteca tenéis un jardín, ya no os faltará nada".

Y todo ello ocurre cuando los sociólogos y algunos economistas avispados dicen que estamos en la sociedad del conocimiento. ¿Qué conocimiento? ¿El de técnicas de venta?, ¿El de estrategias bancarias?, ¿El de la manipulación transgénica de los alimentos? Negar la ciencia en estos momentos sería absurdo, pero sin las humanidades todo es vacío, superfluo, prescindible.

Sin embargo, Llovet deja abierta una puerta a la esperanza. "Del mismo modo que se buscan energías alternativas para la propia supervivencia del sistema, quizás un día se hará lo mismo con las humanidades". Preferimos pecar de ingenuos que de resignados: otra universidad es posible y nos quedamos con una frase de Llovet, escuchada en L'hora del lector: "El intelectual, hoy, es un resistente". Resistamos, pues, por favor.

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