Versión extensiva del artículo de Claret Serrahima y Oscar Guayabero (Avui 2 de marzo de 2011)
El premio Ciudad de Barcelona a la arquitectura de la Sagrada Familia es más una cuestión de marketing turístico que de calidad arquitectónica
Cuando ya creíamos que la crisis había puesto fin a la arquitectura del espectáculo, cuando pensábamos que nos habíamos librado de la arquitectura icónica pensada para las revistas, cuando algunos esperábamos que el paréntesis de la locura de los arquitectos estrella dejaría paso a una arquitectura social, con raíces en la historia y en las necesidades locales, los premios Ciutat de Barcelona premian el mayor bibelot icónico, autista con las necesidades de la sociedad y egocéntrico que tenemos en la ciudad, la Sagrada Familia. Un edificio inútil para su función aparente, dar cabida al culto religioso, en un momento que ya no hay demanda católica para llenarlo. Un trasto que no genera a sus vecinos más que molestias, que ha intentado frenar un proyecto como el túnel ferroviario con argumentos débiles y miedos atávicos y que forma parte del decorado tematizado de Barcelona que venden los operadores turísticos.
La iglesia de Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche en Berlín nos enseñó que se puede dignificar una ruina, incluso los berlineses la llaman Gedächtniskirche (iglesia del recuerdo) le reconocen un valor en el imaginario colectivo. Podríamos aquí haber dignificado el proyecto inacabado, la obra inconclusa, la brevedad de la vida del creador y no preocuparnos en terminar lo que no era necesario terminar.
Hay que hacer algunas reflexiones sobre este premio, no como tal, sino quizás como síntoma. En primer lugar, para dar los premios se eligen jurados y la elección ya forma parte de la decisión del premio. Según cual sea el jurado, el resultado será uno u otro. También hay que decir que los premios no están hechos para satisfacer ningún colectivo. Parece una obviedad pero últimamente parece que los premios se hacen para los escritores y no para la literatura, para los cineastas y actores y no para el cine y, en este caso, para los arquitectos y no para la arquitectura. Con esta lectura, que unos cuantos arquitectos hayan molestado por el premio no es grave. Los premios son, en principio, para reconocer el valor de una obra o autor y darla a conocer a los ciudadanos, creando modelos de excelencia donde esta sociedad se pueda reflejar o tener como referentes para crear estándares de calidad. Pasando por alto que el autor está muerto, que hace más de cien años que se inició la construcción, y que el desarrollo actual está puesto en duda por expertos en Gaudí, ¿qué excelencia premian? ¿La de Gaudí? ¿La de los intérpretes de Gaudí? ¿O la del arzobispado por haber conseguido que viniera el Papa?
Ni por forma
Hemos hablado con algunos miembros del jurado y nos han dicho que el valor principal era toda la investigación tecnológica de las universidades catalanas para poder desarrollar los modelos geométricos que han hecho posible la construcción de la nave central. Supongo que se podría haber dado un premio a la innovación, pero ¿es eso arquitectura? También han citado que la construcción ha sido modelo para otros posteriores. Imaginemos que quieren decir el proyecto de la nave, porque su construcción tiene cuatro días mal contados. Y el proyecto, a pesar de ser de Gaudí, estaba en un estado inicial. Él trabajaba mucho sobre la marcha y se ha tenido que especular para saber cómo terminar la obra.
Los defensores de la obra dicen que las catedrales de la Edad Media también duraban siglos y sus autores morían por el camino. Desde el Renacimiento y sobre todo el Romanticismo, la idea de autor cambia. La Sagrada Familia es una obra tan personal que una vez muerto el autor sólo puede ir a peor. Incluso si nos saltamos este obviedad, las catedrales evolucionaban en lenguaje y siempre eran primeras figuras que imprimían el carácter de su tiempo, aquí tenemos unos técnicos que intentan "interpretar" los esbozos de Gaudí y "no traicionar" su espíritu. Puestos a continuarla, que le encarguen a un buen arquitecto de ahora y que siga con un lenguaje de hoy. Pero eso sería traicionar, no Gaudí, sino las expectativas de los turistas y entonces se acabarían el dinero para seguir construyendo.
Ni por contenido
Lo que no compartimos es el hecho de premiar una obra para que haya tenido impacto mediático. Las simples dimensiones de la nave hacen que sea impactante, es una fórmula que funciona desde el gótico, no le vemos el mérito, más allá de encontrar el dinero para su construcción. En todo caso, quizás merecería un premio a la difusión turística de Barcelona.
Lo que se ha premiado es una forma de entender no este edificio sino la ciudad. La arquitectura debe servir para facilitar la vida del ciudadano, aportar soluciones a las problemáticas de la vida comunitaria en una metrópoli moderna. La Sagrada Familia, por el contrario, trabaja en el campo de la simbología del poder. Ya no un poder religioso, aunque se resiste a la laicidad, sino el gran poder de la presencia mediática global. Y si, es rentable, no nos engañemos, que se hagan en Barcelona tantos congresos de teléfonos móviles o de cardiología se debe en parte a esta presencia. Lamentablemente se suelen socializar los inconvenientes y se privatizan las ganancias, este sería otro artículo.Pero en todo caso, esto no es arquitectura, es marketing.
http://www.guayabero.net/publicaciones/articulos/arquitectura-y-urbanismo/articulo/premio-a-un-souvenir.html