Arquitectura y urbanismo

Enric Miralles. De derecha a izquierda (incluso sin gafas)

David Bestué

Editorial Tenov

Este artículo no lo he podido publicar pero lo he hecho porque este libro es una delicia y ya está.

Esto no es un libro de arquitectura, o mejor dicho, no sólo es un libro de arquitectura. Este libro es un artefacto. Tiene mecanismos, resortes y engranajes que modifican nuestra visión no sólo sobre la obra de Enric Miralles sino sobre la arquitectura contemporánea en general. Al mismo tiempo es una invitación a hacer una Ruta Miralles y hacerlo sin dogmatismo a base de astigmatismo conceptual. A David Bestué, artista plástico con una prolífica obra junto con Marc Vives, le gusta la arquitectura. De eso no hay duda y le gusta el trabajo de Enric Miralles. Pero él no nos quiere "vender" Miralles sino entenderlo, por eso se ha dedicado durante años a deambular por sus obras, con su cámara fotográfica pero sin la necesidad de hacer "la foto" sino, simplemente captar con fotos del experiencia de estar allí, justo en ese momento.

El primer gesto, que parece una obviedad pero implica un cambio radical, es visitar los edificios, las construcciones, los equipamientos años más tarde de su inauguración. Cuando ya hace tiempo que los políticos y los fotógrafos no están, cuando la vida ha hecho suyo el espacio, cuando las usuarios han habitado ya los muros. Esta actividad intuida pero nunca del todo definida durante el proyecto deja una huella en el lugar. El mano a mano con la realidad doméstica, modifica, erosiona, muta la arquitectura. Usos previstos o no previstos, de la degradación del material a la ocupación de rincones para personas sin techos. Quizás la pieza más paradigmática es el bar del club de fútbol La Teixonera en las antiguas instalaciones de tiro al Arco de los Juegos Olímpicos del 92. El testimonio de la camarera que cada día sortea una de las vigas inclinadas de Miralles es entrañable ya la vez sintomático de cómo habitar la arquitectura contemporánea de alta calidad formal como la de Enric Miralles, puede ser difícil y a la vez sugerente.

Pero, además, Bestué no puede dejar de lado su visión de artista y performer. Su mirada parece buscar escenarios, rincones donde podrían suceder las acciones domésticas pero extraordinarias por la lectura surreal y poética de la cotidianidad que tienen David Bestué y Marc Vives. Es decir, que consiguen arrancar imágenes expresivas más allá del propio formalismo de Miralles.

Al mismo tiempo, es un diario personal donde Bestué nos explica las sensaciones, de cómo se aproxima, como establece derivas a la manera de los situacionsites descubriendo a veces queriendo y otras de forma fortuita los rincones menos conocidos, quizás menos fotogénicos pero a la vez aquellos que arraigan los edificios, que unen los proyectos a su entorno. El suyo es un libro personal sin dogmas, irónico a ratos pero tremendamente respetuoso con el trabajo del arquitecto. De su lectura se extraen algunas certezas y muchas preguntas pero sobre todo nos reconcilia con un legado que quizás de tan reverenciada y premiada puede parecernos distante, fría, arrogante. La fragilidad que muestran los trabajos de Miralles, sobre todo en el primera etapa con Carme Pinós hace que la vida no sea fácil para ellas. La suya es una arquitectura sutil y compleja y no siempre se adapta fácilmente a su uso. Es entonces cuando la huella de la actividad a la que está dedicada la pieza, sea una escuela primaria, un cementerio, una sede corporativa o un parque, modifica y enriquece los gestos formales de Miralles. Quizá por eso el autor dice que "el mundo le es adverso". Un centro cívico destinado a una peña rociera o la basura rodeando un centro de gimnasia son pruebas de esta difícil vida post-revistas de los edificios.

Sólo una pesadumbre le ha quedado al autor y es no poder entrar en aquellos edificios que no son públicos. Como dice Bestué, hubiera sido interesante ver los bricolajes domésticos de sus habitantes. Pero al mismo tiempo, este imposibilidad de entrar en contacto con los usuarios lo deja con un papel de voyeur que sospecho no le molesta.

Pero Bestué ha trufado su relato de referencias tanto del arte como de la arquitectura proponiendo relecturas de Miralles al vincularlo con Gordon Matta-Clark o Botticelli. Entonces su diario es también una pieza compleja, como decía, un artefacto que a la vez nos decodifica parte del trabajo de Miralles y que al mismo tiempo activa una cierta curiosidad sobre no sólo el estado de estos proyectos sino muchos otros. Bestué despierta una especie de espíritu del Le Grand Tour de los ingleses del siglo XVIII que recorrían Europa buscando la "sabiduría" de los clásicos visitando su arquitectura en ruinas. Las ruinas contemporáneas son menos evidentes pero como las griegas o romanas nos muestran la futilidad de lo que creemos inalterable, la petrea arquitectura.

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