Versión extensiva del artículo publicado en TimeOut, el 27 de marzo de 2011
Caixaforum
Hasta el 17 de abril
Mostrar el fracaso del movimiento revolucionario ruso es ya un clásico. Analizar la situación actual del arte y la arquitectura que impulsó aquella revolución a principios del siglo XX, es, si se huye de un ejercicio de nostalgia descontextualizada, un terreno complejo y resbaladizo. Hacerlo además en la sede de una fundación cultural de una entidad bancaria, y en este momento donde el modelo económico del capitalismo agresivo hace aguas, puede ser bastante comprometido.
En este caso, quien quiera hacer este análisis deberá hacerlo por su cuenta porque la exposición se limita a mostrar y hacer recuento de piezas arquitectónicas de la época a través de imágenes de archivo y contraponerlas a unas espléndidas fotografías del británico Richard Padre. En las fotos de Padre se ve el estado actual de estos iconos del racionalismo y el constructivismo, en general un estado de degradación cuando no de abandono. Como metáfora de la caída del régimen comunista es evidente y notoria, fotográficamente tienen un interés evidente pero la exposición adolece de un comisariado de MaryAnne Stevens, de la Royal Academy of Arts de Londres, y María Tsantsanoglou, del State Museum of Contemporary Arte de Tesalónica, demasiado críptico.
Los edificios están clasificados por temáticas: Gobierno y comunicaciones, Industria, Vivienda, Educación, Salud y ocio y un apartado específico para el Mausoleo de Lenin. La selección es bastante satisfactoria y no hay ausencias destacables. Sin embargo, se echa de menos, si hablamos de arquitectura, más planos, imágenes de detalles, interiores, maquetas, etc. En la presentación nos dicen que esta arquitectura "fue un modelo para los arquitectos del movimiento moderno y que puede ser todavía un referente para los creadores actuales que se enfrentan al reto de sacar el máximo provecho de los recursos disponibles en favor de la comunidad". Es cierto, y muy interesante por ejemplo, es como desde Sudamérica se está recuperando parámetros de trabajo similares a los expuestos, pero en ningún momento nos muestran esta relación e influencia. Por ejemplo, vemos como Le Corbusier construyó en Moscú el Centrosoyuz una cooperativa de trabajadores participando activamente en el proyecto socialista, pero no nos explican cómo la arquitectura soviética influenció sus trabajos posteriores. También hubiera valido la pena seguir el rastro de los protagonistas, esbozados en algunos casos, como los que una vez caídos en desgracia por el stanilismo, acabaron sus días en Siberia.
La exposición se completa con la colección Costakis del Museo Estatal de Arte Contemporáneo de Tesalónica. Nos dicen que "estas obras fueron recuperadas en una época en que la arquitectura de vanguardia fue proscrita URSS, se salvaron de la desaparición y constituyen ahora un testimonio único". Ciertamente, es una buena selección y crea un diálogo interesante con la arquitectura que rodea las obras. Su valor es innegable, personalmente pero, hubiera preferido completar la exposición con más información sobre los edificios, de entonces y de ahora, los que viven, trabajan, etc. La arquitectura de vanguardia, cayó en desgracia con Stalin "Con la institucionalización del llamado realismo socialista como tendencia oficial del nuevo régimen stalinista, estos artistas fueron considerados« indeseables » y sus obras se enviaron a provincias. Es por ello que la muestra también reflexiona sobre qué ha quedado, de todo aquello, casi un siglo después". Es sintomático ver como arquitectos que firman grandes obras en los primeros años, pasan después a hacer obras menores, residuales y como su talento consigue incluso entonces crear edificios brillantes.
El montaje de Mamen Domingo y Ernest Ferré es ligero, casi invisible, poniéndose al servicio de unas piezas potentes por sí mismas. El gesto de hacer "flotar" las piezas de arte rodeadas de las fotografías nos deja ver la totalidad del espacio ayuda a crear una sensación de gran archivo. La selección arquitectónica es impecable y podemos ver piezas emblemáticas como la conocida como la torre de Vladimir Tatlin, el Monumento a la Tercera Internacional, en una reconstrucción de 2001 procedente del Museum für Kunst und Gewerbe de Hamburgo, con una maqueta de grandes dimensiones y un par de vídeos que, aquí sí, nos muestran la importancia y la influencia de la obra de Tatlin y el Narkomfin la comuna de viviendas Moisei Ginzburg. También destacan por méritos propios los trabajos de Konstantín Melnikov, el club de trabajadores Russakov y su propia casa.
En resumen, una exposición muy recomendable para contenido con piezas importantes de la historia de la arquitectura moderna. Las magníficas fotografías de Richard Padre, ya merecerían por sí solas una exposición y la colección de pinturas y dibujos es abrumadora. Sólo, por quien esto escribe, falta ambición narrativa en el comisariado, interfaces que comuniquen al visitante no experto, la trascendencia que han tenido en la historia de la arquitectura del siglo XX y a la vez, como el socialismo utópico de los primeros tiempos de la revolución rusa y su arquitectura, siguen siendo buenas respuestas a muchos de los problemas que tiene la sociedad, aunque en un entorno de cultura financiada por una entidad bancaria hubiese podido resultar contradictorio.
http://www.guayabero.net/publicaciones/articulos/arquitectura-y-urbanismo/articulo/construir-la-revolucion-arte-y-arquitectura-en-rusia-1915-1935.html