TimeOut 8 de mayo de 2011
Durante el movimiento moderno, todos los grandes nombres de la arquitectura hacían vivienda, más concretamente vivienda social. Es difícil encontrar un arquitecto o equipo que haya dejado huella en la primera mitad del siglo XX y que no hiciera una propuesta de módulo habitacional, ciudad jardín, residencia para estudiantes, bloques para trabajadores, etc. Hoy, los grandes nombres de la arquitectura hacen bancos, hoteles de lujo o edificios corporativos. Este podría ser un resumen del cambio del papel del arquitecto con la postmodernidad.
Por tanto, es una buena noticia que un equipo de arquitectos relativamente joven (Flores-Prats), no sólo haga vivienda social sino que además realice una exposición sobre el proyecto enmarcada en una reflexión sobre la dimensión social de la vivienda .
La ciudad de Terrassa ha tenido un crecimiento descontrolado durante varios años. Un plan parcial de Manel de Solà Morales dibuja uno de los límites de la ciudad con una serie de bloques de viviendas. El estudio Flores-Prats son los autores de uno de estos bloques de frontera. Como arquitectos se formaron en el estudio de Enric Miralles y se nota con su trabajo artesanal, su lenguaje geométrico y su atención por los detalles y eso se puede percibir la exposición del Coac. Como discípulos de Miralles, el trabajo en maqueta de los proyectos es muy importante y así lo podemos ver en la muestra con una generosa cantidad de ellas en diferentes escalas para diferentes usos y partes del proceso de trabajo.
El bloque 111, nace de una concepción del edificio sencilla de explicar, "máxima calidad ambiental dentro y fuera de casa con el mínimo coste", pero compleja formal y constructivamente. En el interior un mueble/tabique hace de distribuidor y acumula funciones como lugar de plancha y lavado de ropa y cocina para liberar el espacio y crear amplitud a pesar de las reducidas dimensiones de las casas y a la vez favorecer la ventilación cruzada. En la piel externa, no hay volúmenes puros, sino requiebros y variantes que hacen que cada piso sea diferente. "Teníamos claro que queríamos ayudar a crear una comunidad y no sólo hacer pisos. Los espacios comunes son muy importantes y que desde cada piso siempre tengas el resto del conjunto presente". Hay unas geometrías que rompen la imagen modular de los pisos a partir de unas molduras muy simples por hormigón, moldes que se pueden ver en la exposición.
Acompañando la muestra, hubo una conferencia impartida por Manuel de Solà Morales y los mismos Eva Prats y Ricardo Flores. De la conferencia, que se puede descargar desde la web del COAC, se pueden sacar algunas reflexiones. En primer lugar, que el proyecto de Terrassa forma parte de un conjunto que habrá que estar atento a cómo se desarrolla porque estamos ante una iniciativa modélica, en cuanto a que genera un modelo a estudiar, tanto como proyecto urbanístico como acción social.
No sólo en cuanto a destinar casas para gente de recursos limitados (últimamente este sector social nos agrupa a casi todos) sino en cuanto a la vocación colectiva de un núcleo habitacional como el del edificio 111. Eva Prats y Ricardo Flores destinaron mucha energía en aspectos aparentemente poco usuales en la vivienda actual: las zonas comunes, los accesos, las vistas, la insolación, etc. Y es extraño porque la dimensión social es una necesidad básica para la vivienda. Unos buenos espacios comunitarios de encuentro y relación entre vecinos pueden romper con el estigma de que el bloque de pisos no es más que la suma de cajas habitacionales. Los autores afirman que "el futuro de la vivienda colectiva debe aspirar a no aislar a los individuos y ser una invitación a relacionarse entre ellos". Otro aspecto importante era establecer un cambio de escalas no traumático. "Es un cambio gradual para que los 45 m2 de piso no entren bruscamente sino poco a poco y te lleves a cada paso un poco del espacio anterior" Los pisos se extienden a una parte "pública" de terrazas a través de ventanas que dan a éstos a los espacios comunes, lo que permite interaccionar de dentro a fuera propiciando la relación vecinal.
La relación crea comunidad, la comunidad sentimiento de grupo, el grupo genera identidad y la identidad, sino es excluyente, aporta valor al individuo y al grupo por igual. Sería algo parecido a la teoría de la acupuntura urbana de Jaime Lerner y del urbanismo barcelonés de la transición, pero aplicado a la gente y no sólo a los edificios. Por eso, me preocupa cuando los políticos dicen que la calle no es de nadie y de todos porque sino es de nadie la distancia entre el usuario y la ciudad es cada vez mayor. Prefiero apropiaciones "bricoleur" del espacio público que la desertización del "ágora". Y el proyecto 111 invita a sus habitantes a hacerse suyos los espacios "residuales" entre viviendas, a poner plantas, a sacar la silla al aire libre, a charlar, a compartir juegos de mesa o juegos de niños. Puede ser un primer paso para reconquistar la calle y que sea de verdad "de todos".
http://www.guayabero.net/publicaciones/articulos/arquitectura-y-urbanismo/articulo/111-miradas-cruzadas-la-dimension-social-de-la-vivienda.html