Claret Serrahima, Oscar Guayabero (Avui, 21 de junio de 2011)
Dejando de lado las formas, de las que se ha hablado hasta el aburrimiento, y a menudo para olvidar los contenidos, la plaza como espacio de expresión nos deja algunas ideas y lecciones que habría que tener en cuenta. Bueno, hay quien dice "líneas rojas", pero nosotros creemos que son líneas a seguir.
En primer lugar, la anomalía que supone tener un montón de gente durmiendo en la plaza pública inquieta y molesta. Los políticos y los "opinadores" profesionales han hartado de hablar que había que volver a la normalidad. En el pleno del Parlamento precedido por lamentables incidentes de hace unos días, se dijo que debía ser del todo normal. Pero, ¿estamos en un momento normal?
Bruselas expedienta a España por no controlar los sueldos de los banqueros. Una impugnación de Alemania recorta el 75% de los fondos europeos para la compra de alimentos a familias sin recursos. El sueldo de los banqueros subió un 36% el año pasado, según el ranking elaborado por el diario económico Financial Times. Más de dos millones de españoles pasan hambre cada día. Los políticos gobernantes en Cataluña y sus aliados, el PP, están actuando de una manera antidemocrática, llevando a cabo políticas que no estaban explicitadas en sus programas electorales. El Banco de España opina que hay margen para un nuevo recorte en los sueldos de los funcionarios. La banca cree que la salida de la crisis para España pasa por el empobrecimiento. Fèlix Millet sigue en la calle y su caso no tiene fecha de juicio, el dinero no han aparecido. El Congreso rechaza publicar la lista de los implicados en el escándalo de las cuentas suizas. El PSOE y el PP vuelven a rechazar la dación en pago en el pleno del Congreso.
Todas estas frases no son pancartas de los llamados "indignados", son titulares extraídos de los diarios de la última semana. Y de diarios de un amplio abanico de orientación política. Podemos considerar que este es un panorama normal? Esta es quizá la primera lección de la plaza. Lo que pasa no es normal, no es inevitable y tiene unos responsables. Cuesta mucho decir quién ha traspasado las líneas rojas.
Otra aportación interesante es que ante esta situación "anormal", no hay que resignarse. Se puede indignarse, actuar y hacerlo en positivo. La capacidad de organización de la plaza durante el mes de acampada fue extraordinaria, el funcionamiento logístico de la intendencia, eficaz. Asimismo, el sistema para la discusión y aprobación de los documentos que han salido de las acampadas ha sido, pese a la burla reiterada de los tertulianos televisivos, ejemplar, sobre todo si la comparamos con procesos similares en el seno de los partidos políticos y de instituciones ortodoxas. La capacidad de movilización ha quedado demostrada, una vez más, este domingo.
Pero quizá lo más interesante de lo que han aportado las plazas es la confirmación de lo que ya sospechábamos: la sociedad civil puede funcionar al margen de los poderes públicos, sin su ayuda e incluso enfrentándose a él. Ahora que la llamada ley ómnibus está a punto de hacer añicos el CoNCA, hay que tener en cuenta esta capacidad. ¿Que los políticos han desmontado la mayor iniciativa civil de aportación a las políticas culturales? De acuerdo, sabíamos que estábamos en un terreno difícil. Vamos a un modelo mercantilista por el contrario de uno de investigación y conocimiento. ¿Perderemos subvenciones? Sí, obviamente, en todo caso, sólo reclamamos aquellas que son inversiones para crear espacios, plataformas, entornos. Y dejamos claro que quien necesita la cultura es el país. De hecho, es la industria más rentable que tenemos, si reunimos la producción de todas las artes, el diseño, la arquitectura y su efecto sobre otros sectores como el turismo y el efecto llamada en nuestras escuelas y universidades. Por lo tanto, no hablamos nunca más de subvenciones sino de inversiones. Pero empezamos a pensar en un nuevo modelo donde la administración no tenga el papel central que tiene ahora. Dejémosles la cultura patrimonial y recuperamos la cultura emergente. Nos faltarán recursos también, claro, pero miremos la plaza y sigamos sus líneas, desde el activismo es factible. Quizás ha llegado el momento de hablar de cultura oficial con artistas de prestigio local que trabajan a sueldo y la cultura civil, que va a la suya, al margen de las instituciones y que es la verdadera vanguardia. Siempre ha sido así, pero ahora la distancia se ha hecho oceánica.
Y una última línea a seguir, sea o no roja. Ya nada será igual a partir de ahora. Hay un antes y un después del 15-M y el 19-J, y en cultura también. Nunca el colectivo había debatido tanto y de forma tan horizontal. Hacía mucho, mucho tiempo que los creadores de todas las disciplinas no habían estado tan en contacto con la realidad. Sea cual sea el gobierno que haya, sea cual sea la ley que se proponga o el recorte que venga, ahora sabemos, o quizá sería mejor decir, ahora recordamos, que somos nosotros la sociedad, la que es y hace la cultura. Estas son nuestras armas, que dicen los "indignados".
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