Claret Serrahima, Oscar Guayabero, Avui, 23 de Noviembre de 2009
Dentro de unos años alguien nos preguntará: "¿Dónde estabas tú durante la crisis de la corrupción del 2009?". Y los que estamos en eso que le llaman cultura no nos quedará más remedio que bajar la cabeza, avergonzados de haber estado mirando hacia otro lado durante aquel, este, año.
Hay quien ha intentado nadar y guardar la ropa, el manifiesto Otra política y otros valores para salir de la crisis, firmado por personalidades del mundo cultural, es de los gestos que por inocuos, por blandos, por oportunistas, no sólo no ayudan a resolver conflictos sino que refuerzan los partidos políticos en sus planteamientos de corto vuelo, con la vista puesta sólo en las próximas elecciones. Pero en todo caso deja en evidencia a otros intelectuales, creadores y artistas que ni siquiera han sabido hacer este tipo de gestos.
Podemos seguir hablando de cultura como si nada hubiera pasado? Evidentemente, para todos aquellos que tienen vínculos profesionales o afectivos con el Palau de la Música no debe ser fácil, ni para los que vivan en Santa Coloma. Pero, y el resto? No deberíamos salir a la calle? No deberíamos tener un papel activo en la política? Y no hablemos de partidos, que es evidente que son estructuras obsoletas y que generan corrupción, no como excepción, como nos quieren hacer creer, sino por sistema.
Quizá podríamos decir que toca hacer arte político, canción protesta, cine documental, realismo literario ..., pero sospechamos que con los años las instituciones y los políticos han ido endureciendo la piel hasta tal punto que la crítica intelectual está integrada dentro los mecanismos de la misma institución. Ahora, un museo puede hacer una exposición de los que piden la quema de museos sin despeinarse. Ahora, una canción antisistema puede ser número 1 de ventas y un libro demoledor contra la política puede ser presentado, sin rubor, por un cargo público. Quién no recuerda el discurso punzante y acertado de Quim Monzó en Frankfurt, en 2007, y la cara de póquer de las autoridades mientras decía aquello de: "Los políticos son hábiles malabaristas, y por eso sus discursos resultan ejemplares: repletos de palabras comodín que, con gran maestría-para parecer gente responsable-, aplican en el momento justo aunque, de hecho, se las acabe llevando el viento: letras que forman sílabas que forman palabras para cubrir el expediente ".
Parece ser que tanto los manifiestos como las críticas culturales están desactivadas como herramientas de regeneración política. ¿Qué nos queda? La acción directa? La barricada? Las huelgas? Un encierro en Montserrat? No tenemos respuesta, la verdad, pero vale la pena preguntarse lo.
Hagamos lo que nos toca
Intentamos ser positivos, es decir, queremos alentar el sector intelectual, cultural, artístico, etcétera, a hacer lo que nos toca, estar en la oposición de los gobiernos por principio y para hacer de contrapunto. Debemos ser una disidencia permanente, atenta y vigilante. Si no existe la oposición política, es imprescindible la oposición intelectual y cultural, como ha sido a lo largo de la historia.
Que cada uno escoja su barricada, que cada uno escoja su estrategia, pero no nos quedamos de brazos cruzados. El miedo es mala consejera y quizás todos estamos asustados porque la disidencia puede hacer que perdamos las subvenciones. Tenemos los medios, tenemos la capacidad, tenemos el público ... ¿Qué más esperamos? Aprovechamos cualquier ocasión para lanzar un mensaje de renovación política, pero no esta chapuza que quieren pactar los partidos, sino una renovación real. Democracia participativa, listas abiertas, límite económico de las campañas, capitalismo distributivo, limitación del poder de los aparatos de los partidos, y tantas otras cosas que sabemos que no son utopías sino que funcionan en otros lugares. Nosotros viajamos, vemos otras maneras de hacer, nosotros tenemos contactos con otros creadores, nosotros tenemos la capacidad de generar imágenes, mensajes, eslóganes. Aprovechémoslo, cuando recogemos un premio, cuando tengamos el público al teatro, cuando nos dejen escribir en un diario, cuando presentamos una gala, cuando exponemos nuestra obra, cuando nos entrevisten, cuando ... Tal y como están recortando los presupuestos de cultura, tenemos poco que perder y mucho que ganar.
Una forma sin alma
Claro, a estas alturas estaréis pensando que todo es inútil, que quien paga manda, que entre ellos lo manejan, que todos son iguales, que somos unos snobs, que total somos cuatro gatos, unos soñadores. De acuerdo, y entonces, ¿qué hacemos? Nos sentamos a ver cómo desguazan el país y se lo reparten los corruptos? Es fácil, sólo debemos aceptar que somos un producto de supermercado y de oferta. El sector cultural será como un espantapájaros, tendrá forma pero no alma. Venderemos los libros en El Corte Inglés, expondremos los cuadros en Diagonal Mar, los arquitectos construirán chalets para urbanizaciones y los músicos compondrán el hilo musical de los dentistas. Por cierto, los actores lo tendrán más crudo, no creemos que los dejen hacer de esculturas vivientes en las Ramblas, que las plazas están muy solicitadas. Y encima alguien nos preguntará: "¿Dónde estabas tú en 2009?". Y no sabremos qué responder.
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