Activismo y contracultura

A la busqueda de las palabras robadas

Nos han robado las palabras, nos han secuestrado las ideas. Ya hace mucho tiempo que somos conscientes de la potencia de un término, de una palabra, de una frase. Tanto es así que hay profesionales de poner nombres, de crear eslóganes, registrar palabras. Pero, claro, las palabras no son nada más que una herramienta, una herramienta para poder llamar a las cosas, las personas, las ideas. Y en realidad son estas, las ideas, las que nos quieren robar.

Ecología, democracia, modernidad, justicia, transparencia, igualdad, sostenibilidad, ciudadanía, civismo, honestidad, verdad, innovación, sinergia, paz, desarrollo, etc son sólo algunas de las palabras que nos han robado a plena luz del día. Presunción de inocencia, depurar responsabilidades, comisión de investigación, igualdad de oportunidades, estado del bienestar, servicio público, ley y orden, opinión pública, y tanto otros términos, han sido raptados y ya no se sabe ni dónde paran, ni si siguen con vida.

A cambio, nos han llovido nuevas terminologías que son en sí mismas axiomas: crecimiento sostenible, daños colaterales, banca ética, violencia de género, actuación proporcionada, rescate bancario, flexibilización del mercado de trabajo, déficit fiscal, reajustes de plantilla, copago sanitario, racionalización de servicios, mercado de emisiones.

Nos dicen que reducen prestaciones para asegurar la buena atención al ciudadano, que congelan las pensiones por el bien de nuestros abuelos, que dan nuestro dinero a los bancos para que no caigamos en el caos, que abaratan los despidos para crear empleo, que relajan los controles al gran capital para que fluya el crédito, que es necesario que seamos más pobres para no caer en la pobreza, que es necesario que el reciclaje sea un negocio pero que si el mundo se va a pique, es por culpa nuestra.

Lo jodido es que las ideas viven protegidas en algunas de estas palabras que nos han robado y han sido raptadas a la fuerza y ​​con nocturnidad. Y sin ideas no vamos a ninguna parte. Como en aquella novela de Juan José Millás de El orden alfabético cuando desaparece la palabra lo que nombraba se vuelve una presencia incómoda que preferimos no mirar y por tanto, hemos vivido casi con alivio el rapto de las ideas. Porque a falta de las nuestras estamos usando las suyas. Y sus ideas están sudadas, gastadas, sucias y podridas. Así asumimos como verdades absolutas fabricaciones ideológicas como la deuda soberana, el orden público, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, que protestar no sirve de nada, que los recortes sociales son inevitables, que estamos jodidos pero saldremos si somos buenos niños y no salimos a la calle a gritar, que todo es fruto de ciclos económicos, de una inocente falta de previsión de los analistas, de un desgraciado error del sistema pero que hay que rehacer este mismo sistema para poder avanzar.

Debemos buscar el campo de prisioneros donde han encarcelado las ideas y hacer un ataque coordinado para liberarlas. Hay un Guantánamo de las ideas donde no se respeta el derecho internacional y la justicia ni está ni se la espera. No podemos vivir como ciudadanos sin ideas, porque entonces somos contribuyentes, consumidores, unidades de producción o desechos humanos subvencionados pero no ciudadanos.

Recuperamos las palabras como primera barricada delante de su ataque, aunque nos digan que somos unos nostálgicos marxistas, unos soñadores antisistema. Pese a que nos digan que la marca del país peligra si plantamos cara, que los mercados no confiarán en un país en llamas, que confiamos en el sistema que nos ha llevado hasta aquí.

Así que el párrafo que sigue está lleno de términos que no quieren que usemos. Quizás te parecerá demagógico, conspiranoico, irreal, caduco, pero también quizás es que lo que quieren que te parezca.

Estamos viviendo una lucha de clases sin precedentes, esta lucha la ha comenzado la clase dirigente. Los poderes fácticos han lanzado una operación orquestada por quedarse con la única parte del pastel que aún no tenían, el dinero público. Están descapitalizando los estados y juegan con ellos como empresas que cotizan en bolsa. La soberanía popular ha sido tomada por el gran capital con el fin de crear mejores condiciones económicas para sus intereses. Su estrategia puede ir hacia crear una pequeña Asia el sur de Europa para poder fabricar a bajo coste, una vez estalle la crisis del petróleo, ahora oculta por la crisis económica. Quizás quieren reducir la población mundial de forma considerable para no tener que cambiar de sistema cuando estalle la crisis alimentaria, tantas veces pronosticada sobre el 2016-17. El Club Bilderberg ha decidido establecer un nuevo orden mundial en que las decisiones se tomen en unos pocos lugares controlados por ellos: el FMI, la CE, el Banco Mundial, y el G-8 y en menor grado el G-20. La libertad de expresión estado siendo amenazada con la compra sistemática de medios de comunicación mediante la publicidad y las subvenciones y al mismo tiempo instalando un paradigma de uso del espacio público, propio de sistemas totalitarios. La privatización de la sanidad, de la educación, de la gestión del agua, de la energía, del transporte, etc, no es consecuencia de la crisis, es una estrategia premeditada para desmontar un sistema social y crear otro, que reúna los aspectos más injustos del sistema de clases y la meritocracia. No se dará acceso al bienestar a las clases trabajadoras rompiendo el llamado ascensor social y a la vez vaciando todos los sistemas de protección que evitan la exclusión.

Por todo ello, hoy quiero recuperar algunas palabras, la primera es EQUIDAD. La justicia social no deviene de la igualdad sino de la equidad, donde cada uno puede obtener el mismo grado de bienestar pero necesitando infinitos grados diferentes de prestación pública.

La segunda es SOBERANÍA, la soberanía es del pueblo. Ni de las banderas, ni los representantes públicos, ni del estado. Es el pueblo el origen y el final de la soberanía. La soberanía es poder decidir nuestro futuro como colectividad, en cuestiones identitarias, si, pero también en qué régimen económico y social queremos vivir.

Y la última es DEMOCRACIA. La democracia que no es participativa no es democracia. Como dice Andujar en su Paseos con mi madre, si la justicia no la notas, si no no la puedes tocar es que no está.

Son las tres primeras palabras que quiero liberar y espero que cada uno libere sus palabras cobijo de las ideas que necesite recuperar con urgencia. Yo lo necesito y tengo mucha prisa.

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